Citroen, Julio Verne y la ciudad de Vigo
André Citroën descubrió las novelas de Julio Verne a los 9 años. Estas lecturas, llenas de un espíritu visionario y de confianza en los progresos técnicos junto al ambiente de efervescencia tecnológica que se estaba viviendo en el París de finales de la década de 1880 le llevaron a tener clara su vocación por la ingeniería. No era de extrañar en un entorno en el que podía ver, día a día, cómo iba avanzando la construcción de la Torre Eiffel y, tras la apertura de la Exposición Universal de 1889, podía contemplar con asombro los últimos avances técnicos en la Galería de las Máquinas y en los pabellones dedicados a la electricidad, el teléfono o los inventos de Edison, como la bombilla o el fonógrafo…
Una admiración por el progreso y la innovación que está muy presente en toda la obra de Julio Verne. Si André Citroën fue un visionario que supo predecir la revolución que iba a aportar el automóvil, Verne fue un auténtico precursor que plasmó inventos como el cohete espacial, el submarino, el avión, la televisión, el helicóptero o, incluso, Internet y las videoconferencias, en muchas de sus novelas. Incluso, en 1863, habló de ciudades llenas de automóviles que funcionaban con motor de explosión en su obra “París en el Siglo XX”, que fue descubierta en 1989 y publicada en 1994.
Además de este cruce de caminos filosófico y literario, Citroën y Verne han juntado en un lugar insospechado, lejos de los cafés y los salones parisinos: la ciudad de Vigo. Una relación que tiene su reflejo en el paisaje urbano vigués. Desde 1992, André Citroën tiene su propia avenida en esta localidad, mientras que Julio Verne ha sido homenajeado con una estatua en la zona de Las Avenidas.
El escritor de Nantes incluyó el puerto gallego en su novela “20.000 Leguas de Viaje Submarino”: el Nautilus llegaba hasta la Ría de Vigo para buscar los tesoros de la Flota de la Plata hundida en el Estrecho de Rande en 1702. Julio Verne describió con precisión los trajes de buzo, los aparatos de respiración y las lámparas que se estaban usando en ese momento en aguas gallegas para hacerse con el botín que, en la novela, serviría para financiar las aventuras del Capitán Nemo.
Julio Verne tendría la oportunidad de conocer la ciudad y la ría en la que había viajado con su imaginación algunos años antes. El 1 de junio de 1878, un temporal obligó a su yate, el Saint-Michel III, a buscar refugio en el Puerto de Vigo. Su llegada fue todo un acontecimiento en la ciudad y, en su estancia de 4 días, pudo explorar la ensenada de San Simón, que había descrito en su novela. Quedó encantado de su experiencia: “No podéis imaginar nada más admirable que esta bahía de Vigo, un lago inmenso rodeado de montañas”, escribiría.
Seis años después, los azares de la navegación le llevarían una segunda vez a la ciudad olívica. Un problema en la caldera del Saint-Michel III le hizo echar el ancla en Vigo, donde participó en la vida social y las fiestas de la ciudad. Pasó por la Alameda y el Campo de Granada, se tomó un café en la Plaza de la Constitución y conoció a otro visionario, Antonio Sanjurjo Badía que tenía un astillero en el que reparó su barco y acabó fabricando un submarino.
André Citroën viajó varias veces a España y estuvo presente en eventos como la Exposición Universal de Barcelona y en la Iberoamericana de Sevilla, ambas en 1929. No hay ninguna evidencia de su estancia en Vigo. Sin embargo, su espíritu, que puso las bases industria de la automoción en esa ciudad, los raids, la comercialización de vehículos, el marketing y la publicidad, están muy presentes.
La relación entre Citroën y Vigo surgió en febrero de 1958, en una pequeña nave ubicada en el puerto, en la calle Montero Ríos, muy cerca de donde hoy está el monumento a Julio Verne. En 1959, la planta se trasladó a la ubicación actual en Balaídos, en la hoy avenida de André Citroën. La fábrica fue la primera que produjo vehículos de la Marca en España, estrenándose con furgonetas derivadas del Citroën 2 CV. Actualmente, produce los Citroën Berlingo, C4 SpaceTourer, Grand C4 SpaceTourer y C-Elysée, que se suman al C3 Aircross, fabricado en Zaragoza y el C4 Cactus, ensamblado en Madrid para formar una completa gama de automóviles “Made in Spain”.
Más de seis décadas después, se ha convertido una de las más eficientes del sector en España y en el mundo identificó a la ciudad con la marca para siempre. Sus vehículos se exportan a los cinco continentes. Pero, para muchos vigueses, sigue siendo “La Citroën”, el lugar donde los sueños de André Citroën y Julio Verne se hacen realidad.