El motor más longevo del mercado se despide
Bentley anunciaba días atrás el fin de la producción de su buque insignia, el Mulsanne, con la puesta a la venta de una última serie limitada bajo la denominación 6.75. El por qué de esta denominación se refiere al motor que equipa dicho automóvil, el célebre V8 L-Series de 6.750 cc. Y es que el fin de la producción del Mulsanne traía consigo otra noticia, el cese de producción de esta mecánica que hizo su aparición en 1959, siendo no sólo el motor V8 más longevo jamás producido, sino el motor que más tiempo ha estado en producción, más de 60 años. Por este motivo, queremos repasar un poco la historia de este célebre propulsor.
A finales de la década de los 50, Rolls Royce y Bentley aún empleaban su viejo motor de seis cilindros en línea, que si bien era un prodigio de potencia y suavidad y se adaptaba a sus coches como un guante acusaba el paso del tiempo y se quedaba atrás respecto a la competencia. Es por eso que en la marca decidieron introducir un nuevo V8, el L-Series, un motor que sobre todo casaría muy bien con el mercado de los EEUU, donde Rolls y Bentley vendía gran parte de sus vehículos.
El V8 L-Series debutaría en su configuración de 6.230 cc con los Rolls Royce Silver Cloud II, Phantom V y Bentley S2. Sería empleado también en los años siguientes en los Silver Cloud III, Bentley S3, Rolls Royce Silver Shadow I, Bentley T y Rolls Phantom VI, además de en todas las versiones especiales como los coupés Continental o los Flying Spur.
En 1970, el motor V8 L-Series experimentaría uno de sus primeros y pocos cambios a lo largo de los 60 años que estuvo en producción: creció en cilindrada hasta los 6.750 cc y en esta nueva versión debutaría motorizando a los Rolls Royce Phantom VI, Rolls Royce Silver Shadow II, Rolls Royce Silver Wraith II, Bentley T2, Bentley Eight, Bentley Mulsanne, Rolls Royce Silver Spirit, Rolls Royce Silver Spur, Rolls Royce Silver Dawn II y los coupés y descapotables Corniche, vendidos bajo ambas marcas.
En 1980, la marca Bentley había perdido mucho fuelle y ello se notaba en sus ventas, muy inferiores a sus hermanos de Rolls Royce. La percepción que se tenía de ellos era un Rolls Royce vendido bajo otra marca. Con el objetivo de reflotar la marca y como guiño al pasado glorioso de la misma, concretamente a sus victorias en Le Mans a finales de la década de los 20, se lanza una versión del Bentley Mulsanne a cuyo motor V8 L-Series se le dota de un turbo.
El V8 L-Series turboalimentado sería usado prácticamente en exclusiva por Bentley mientras que las versiones atmosféricas se reservarían a los Rolls, con excepción del Flying Spur, una edición limitada del Silver Spur. Los Bentley Turbo R, S y RT; además de los Azure y Continental R, T, y SC se suman a la larga lista de coches que equiparon el motor L-Series en su configuración sobrealimentada.
A finales de la década de los 90, BMW adquiere al Vickers Group las marcas Rolls Royce y Bentley. Bajo el control alemán se lanzan dos nuevos modelos, el Rolls Royce Silver Seraph y el Bentley Arnage, pero bajo el capó de estos automóviles ya no estaba el motor L-Series, sino los propulsores V12 y V8 provenientes de la Serie 7 de BMW.
Pero surge la polémica, Volkswagen, que también había estado detrás de hacerse con Rolls Royce-Bentley, impugna el proceso de venta y tras intensas negociaciones, Rolls Royce y Bentley ven separados sus caminos después de permanecer juntos desde 1933. BMW se quedaría con Rolls Royce y Bentley pasaría a manos de Volkswagen.
La gran sorpresa llega cuando Volkswagen, previamente al desarrollo de su nueva gama de productos para Bentley, rescata el motor V8 L-Series para el Arnage, sustituyendo al V8 BMW-Cosworth. El Arnage se mantuvo en producción hasta 2009 con el objetivo de fidelizar a los clientes de toda la vida. Pero la sorpresa fue mayor cuando se lanzó su sustituto, el New Mulsanne, que también se equipó con el motor L-Series. Un motor potente, silencioso y con un par motor envidiable, un motor para la posteridad y que ya sólo podremos disfrutar de él en los clásicos. ‘God save the L-Series, long live to the L-Series’.